Friday, May 4, 2012

En defensa del rito

Hoy regresó mi querido amigo Gord para recoger las cosas que había dejado en Banff y  quedamos de vernos brevemente para despedirnos. El se va, ahora si definitivamente, de regreso a Winnipeg. En el rito tradicional de los "Muskrats", como se auto-denomina el pueblo o la tribu de mi amigo,  la entrega de un regalo valioso va acompañada de un rito. Cuando nos vimos, me pidió que subiéramos juntos al punto más alto de Banff y mientras veíamos caer la noche  él encendía un puñado de salvia. Me enseñó cómo bañarme en el humo y después pronunciamos las palabras de la purificación: "por lo que escucho, por lo que miro, por lo que hablo y por lo que siento".  Su regalo fue una hermosísima pluma de águila que uno de los sabios de otra tribu le dio a él antes de venir a Banff. Cuando nos conocimos, hubo tanto cariño tan rápido que me dijo que supo casi de inmediato que me la tenía que regalar. Cuando le dije que mi apellido Aguilera, venía de águila, se rió con ganas.  Nos dimos un gran abrazo y lo último que me dijo fue "escribe con el alma, Flor" y se lo prometí en silencio. Me sentí muy contenta después del ritual del regalo.  Me parece que así es como se debe despedir uno de la gente a la que uno se ha acercado con la verdad. Las palabras que dijimos además son muy poderosas porque me comprometen y aunque el compromiso siempre me ha dado mucho miedo siento que al haberlo hecho de esa forma difícilmente se me olvidará.
Yo no soy una persona religiosa pero si creo que los ritos marcan inicios y finales. Sobre todo cuando son extraños aunque la mayoría tienen elementos en común: el fuego y el agua, la palabra y la promesa.
Ya casi termino los cuentos. En unos días tendré los 22. No me acuerdo haberlos escrito. Fue como estar en un trance. Debería recordalo porque implicó un esfuerzo físico al igual que mental. Pero así es esto y sobre todo en Banff donde todo sucede de manera extraña. Lo que sigue es la parte más difícil, o sea  la edición, porque es la parta ardua y "fría" de escribir. Mario Bellatin siempre nos decía a sus alumnos: escribir es editar, y ahora lo que quisiera saber es cómo se edita con el alma. Tal vez sueñe la respuesta que me traerá el águila mayor que sobrevuela Banff y cada lugar que yo visito.

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