Tuesday, May 1, 2012

La doble vida de Florecita McCoy





De día ella habla, escribe, camina, mira la montaña, cierra los ojos mientras escucha a los pájaros, se mira en el espejo, nada, se baña, come, toma medicinas, se cepilla los dientes, mira la televisión, escribe en un diario, a veces juega ping pong y a veces siente palpitaciones fuertes cuando alguien entra en la habitación y la mira.

De noche ella viaja en barco, baila, dice cosas que todos entienden aunque sean cosas absurdas o por lo menos insensatas y la gran mayoría de esas cosas las dice en español. Cohabita e interactúa con caras y cuerpos (vestidos, no piensen mal) que de día ella ignora o desconoce. No necesita comer, ni tomar agua. No toma medicinas, no escucha música ni ve películas. No existen los libros ni la necesidad de escribirlos. Y sin embargo todos sus sentidos están en alerta, más que durante el día.

Florecita McCoy habita estos dos mundos con la misma alegría y transita fácilmente entre uno y otro sin confundirlos. ¿Pero cuál de los dos es el real?

Eso aún no lo define.

No la culpen, si tuvieran la vista que ella tiene desde su balcón de día, estoy segura que dudarían también si todo lo que ven no es un sueño o el set de una película que se puede ver en el Cinemex de Altavista.

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