Wednesday, May 9, 2012

La vida de los otros

Justo le decía a Zsu en la mañana por el Skype, que extrañamente los personajes menos interesantes de Banff, a mi gusto, son los escritores. Sé que es terrible decirlo pero salvo por honrosas excepciones los compositores, los artistas plásticos y los matemáticos han tenido mucho más que  contar que los escritores que en general sólo hablan de ellos mismos o de lo que están escribiendo.  Y luego fui al "open studio" de Beth. Leyó el primer capítulo de su nueva novela histórica. Pero lo que más me gustó fue saber que ella nació en una comunidad de cuáqueros (quakers)  en Estados Unidos y que pasó por momentos muy difíciles durante y después de ese periodo.  La vida perfecta, llena de privilegios que me había imaginado para ella y para Peter era una gran fantasía. Me traté de imaginar después, con Erica, como sería crecer en una comunidad así. No lo contó con el afán de empezar a hacer un recuento de su vida sino porque estaba relacionado íntimamente con el tema de su novela. Platicó un poco de su  niñez y juventud y de lo que ella llamó la no-religiosidad, en términos convencionales, de los cuáqueros. Casi no se habla de Dios o Jesucristo porque  en "las reuniones" equivalentes a la misa cristiana, se hacen meditaciones de una hora, en silencio.  No sé por qué me sorprendió tanto su pasado cuáquero porque no conozco mucho de la vida de ellos, más que lo que vi en las fotos de Peter, de su casa gigante en el campo, de como siembran ellos casi toda su comida y de que él es arquitecto y escultor, ella fotógrafa y que su hijo hace espadas pero me imaginaba que si tenía ese presente y ese matrimonio "idílico" a mis ojos, seguramente vendría de un lugar similar. Pero ahora entiendo que la gente trabaja mucho para lograr obtener las cosas, materiales y no materiales y que el camino está la gran mayoría de las veces plagado de obstáculos, eventos y situaciones poco propicias para la felicidad.
Después de la cena, en la sesión de ping pong con is amigos, mientras esperaba mi turno, me quedé pensando que la vida de nadie es fácil pero que a veces esas historias son las que vale la pena escuchar, no por morbo sino porque nos inspiran y nos mueven a buscar nuestra propia felicidad, sean historias narradas por escritores o por cualquier otro ser humano un poco más interesante que nosotros.

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