Peter y Beth se fueron hoy y los voy a extrañar también. Ayer tuvimos una conversación súper interesante sobre las diferencias entre Menonitas y Cuáqueros (activistas sociales muy de izquierda) y pues siempre siento tristeza porque me encariño con (casi) todos. Es inevitable para mi. Aquí me ha crecido el corazón.
Cuando algún amigo, que estuvo aquí, me escribe y me pregunta que cómo estoy y qué ha pasado últimamente en Banff, tengo una sensación muy extraña y siento que no quiero contarles demasiado para no provocarles demasiada tristeza. Han de sentir un anhelo terrible de estar aquí de nuevo. Yo ya decidí que no le voy a preguntar nada a Erica cuando me vaya y esperaré a que me escriba cuando ella se vaya de regreso a Amsterdam. Necesitaré pasar por un arduo proceso de desintoxicación de esa droga maravillosa que es el aire de Banff.
Bromeaba con alguien el otro día de que tal vez este lugar no sea un centro de las artes sino otra cosa que se aproxima más a una secta religiosa, con sus líderes, su trabajo forzado que parece más bien diversión, comida deliciosa por la que no pagas nada, un par de paseos organizados los fines de semana (para que sigas sintiendo que eres dueño de tu tiempo y tu vida) y la retribución que es de la forma que tú elijas. Todo está hecho para que no necesites nada más y para que se te vayan quitando poco a poco las ganas de salir de aquí. Espero entonces, tras mi regreso a México, encontrarme pronto con mi gente que funcionará como mis re-programadores para poder volver a adaptarme a la vida en el exterior.
Sin embargo si puedo compartir esta joyita muy canadiense, aunque Sexton es gringo, que espero les guste. Este es justo el tipo de música que la gente local escucha. Y para ser sincera, me gusta y hasta puede resultarme bastante adictivo...
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