La traducción
es “palabra hablada”, pero es mucho más que eso. Estos poetas son actores y músicos de
primera, empiezan a hablar, te atrapan en su ritmo, en la cadencia de sus
palabras, y sin saber cómo fue, de pronto estás viendo y viviendo cosas que antes sólo le
pertenecían a la imaginación o a la realidad de esa persona.
En el
escenario los poetas se transforman, crecen en estatura o a veces se convierten
en niños o en diminutos seres. Son personajes, “personaes”.
En spoken word
el intérprete es el poema.
Anoche se presentaron los integrantes del
taller de Spoken Word de Banff, que termina hoy, en un espectáculo en el
“Club” de Banff, un lugar para espectáculos más íntimo.
Después de
algunos días de convivir y platicar
con ellos, me sorprendió como en el escenario dejaban de ser ellos
mismos para convertirse en una tortuga, un conejo gigante, el narrador de
cuentos infantiles o un comentarista de noticiario. Sus voces resonaban con tal
fuerza que pasé las dos horas con piel de gallina, entre carcajadas,
reflexiones, miedo, tristeza y una alegría indescriptible. Los nombres artísticos de los poetas debieron
haberme dado una pista: Wonderdave, Truth is, the Prophets of doom.
Me gusta que ellos
así te juzgan, por tus palabras y no por tu apariencia o tu proveniencia,
porque eso es lo que somos: nuestra palabra.
Ayer leí que al poeta Stanley Kunitz, quien murió a los 102 años, le preguntaron
si le tenía miedo a la muerte y su respuesta fue la siguiente:
"Oh no, I am
looking forward to becoming language”.
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