Saturday, April 21, 2012

Mary vs. Pamela

 Ayer en la tarde me marcó al estudio mi amigo Gord, el indio canadiense o canadiense nativo que toca la guitarra y escribe. Me invitó a una fiesta con sus amigos del programa de escritores indígenas. Gord mide 2 metros, tiene el pelo negro, lacio muy largo (hasta la cintura) y aunque no usa plumas en el pelo  desde la primera vez que lo vi me dije: este hombre pertenece a alguna tribu de estos lares. Finalmente Alberta es "Indian country" y desde que llegué todos hablan de los espíritus de los indios de las montañas y de que este lugar fue bendecido por ellos y que por eso sueñas cosas tan raras y el tiempo pasa aquí de manera tan lenta, como si flotaras. Se ha hecho muy mi amigo, también, sin haber pasado mucho tiempo juntos pero hay una gran simpatía entre nosotros. En la noche fui a la fiesta y la verdad es que una parte de mi esperaba ver gente sentada en el piso en un círculo fumando una pipa y recitando poemas en un idioma incomprensible mientras hacían cantos a los espíritus de sus ancestros. Lo que vi fue gente con apariencia my canadiense, gueros, chaparros y altos, la mayoría de tez muy blanca, vestidos como yo. Si los hubiera visto en la calle jamás hubiera imaginado que fueran indígenas. Me sentí como una gran tonta porque yo siempre digo lo mismo de los estereotipos de los mexicanos y me siento indignada por la ignorancia de la gente: ¿Por qué los extranjeros creen que no hay mexicanos con apariencias diversas? Así estaba yo ayer como los gringos que esperan vernos con sombreros, botellas de tequila en mano y un burro estacionado en frente de la cantina. Lo que más me gustó de la fiesta fue  escucharlos tocar la guitarra y cantar canciones que yo conozco muy bien. Sobre todo de folk y música country. Tuve algunas conversaciones interesantes y quedé de verme hoy para caminar con una de las escritoras que me cayó muy bien para platicar sobre técnicas de sanación de los "elders" los sabios de su tribu. Un momento inolvidable  fue cuando una que viene de Ottawa nos contó que en el aeropuerto de Calgary en las tienditas para turistas venden figurines de indios nativos con sus canoas o levantando al aire una pipa, un hacha o algún otro instrumento de "los indios". En las tiendas en Banff sólo vi muchas piedras "bendecidas" y en todos lados los famosos "atrapa-sueños" de la cultura indígena local. Esta chava se moría de la risa y los demás le seguían el juego. Uno dijo que había inventando un porta papa fritas para canoas y que lo iba a patentar. Me cayeron muy bien y me divertí mucho en la fiesta, aunque sentí vergüenza, por mi tremenda ignorancia.

Regresé a mi cuarto y tenía un mensaje de Erica. Le marqué y  bajamos juntas a tomar un té de media noche. Le conté lo que me había pasado en la fiesta y ella me dijo que para ella los peores estereotipos son los auto-impuestos. Justo en ese momento entraron al café  los bailarines de la compañía que se presentará aquí  en junio y que lleva tres semanas ensayando todos los días sin descanso. Ellos son sin duda los que más trabajan en Banff. Siempre que los vemos decimos lo mismo: es chistoso como actúan. Caminan y hablan de una manera peculiar, como si alguien les  hubiera dicho: miren así son los bailarines y así deben conducirse ustedes. Como en las películas. A Erica y a mi nos causa mucha gracia. Pero cuando llegué a mi cuarto me puse a pensar en el estereotipo que yo he creado sobre mi persona; como mujer y como escritora. Soy una mezcla entre la novicia rebelde, Mary Poppins y alguna poeta trágica del siglo XIX. Nunca he pensado en mi misma como alguien que pueda cambiar, que pueda jugar a ser cualquier otra cosa, a hablar de manera distinta, aunque piense como pienso porque eso difícilmente, sin entrenamiento o terapia disciplinada, cambiará. Hoy me desperté y  decidí  que mientras esté aquí me probaré, como si fueran vestidos, otros estereotipos de mujeres. Como un experimento nada más. A ver  cual se me ve mejor.



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