Wednesday, April 18, 2012

No solo de escribir...

Ayer en el desayuno Erica, Ricky yo nos confesamos que a veces preferiríamos hacer cualquier otra cosa más que nuestro trabajo.  A veces es doloroso tener que revivir en el papel ciertas cosas. A veces hay pereza, pero la mayoría de las veces es mucho miedo lo que no nos permite acercarnos a nuestros instrumentos de creación como a un buen amigo.

Es tan difícil crear, porque requiere de un esfuerzo tremendo emocional, físico y mental.

A veces también, si no vives otras cosas, rompiendo tu rutina de trabajo y lejanas a tu cotidianidad, es imposible escribir o componer o diseñar. Necesitas estímulos, necesitas vivir un poco afuera de ti mismo.

¿De dónde si no de la vida real, de escuchar a personas nuevas y a las que ya conoces bien, del trabajo y de la vida de otros artistas y no artistas, de los sabores y vistas y viajes e ideas ajenas, de la música, se inspira el escritor?  Los que escriben de su imaginación y de su propia experiencia únicamente son o unos locos o unos genios.

A veces siento que los escritores vivimos demasiado en nuestras cabezas. Yo llevaba dos días sólo escribiendo y hablando, y por lo menos para mi es necesario usar las manos de vez en cuando para  crear algo tangible que pueda mirar y tocar.

Por eso me inscribí a un taller interesantísimo que se llama "intervención de libros", dirigido sobre todo a artistas. Lo chistoso es que la mayoría de los que nos inscribimos éramos escritores.

Me emociona mucho pintar, me emociona mucho usar plastilina o jugar con legos, construir. Por eso este taller me pareció genial y me inscribí de inmediato. Tomando libros viejos, sobre todo de pasta dura y con papel de buena calidad pero cuyo contenido no nos interesa, y usando papel de distintas texturas, fotos u otras imágenes impresas,  textos propios o ajenos, se transforman esos libros en "algo nuestro", un objeto de arte o el libro que siempre quisimos tener.

Puedes integrar fotos en medio de los textos y añadir textos a textos que ya existen, puedes agregar sobres con cartas que tú le escribes a los personajes, etc...

Lo gocé muchísimo y tengo ahora muchas ideas sobre cosas que haré al regresar a casa.

Justo después del taller, me encontré en las escaleras del Centro a otro amigo instantáneo: Gord, un indio canadiense que mide más de dos metros, poeta y músico que está haciendo una residencia de tres semanas aquí. Llevaba su guitarra porque iba a la sala de escritores a practicar un poco para un recital-concierto que va a dar el viernes. Queríamos seguir platicando y lo acompañé a su ensayo privado. Tocó algunas canciones que a él le gustan mucho y luego empezó la hora de las complacencias. Entre canciones platicábamos más, hacíamos comparaciones entre los mexicanos y los indios canadienses. Ambos con grandes inseguridades, ambos malinchistas, ambos durante décadas sufriendo del síndrome de estocolmo, ellos con una suerte de "culpa de sobrevivientes" y nosotros con un rechazo hacia quienes somos y de donde venimos.  Mientras lo escuchaba tocar pensaba que tal vez lo más importante de estar aquí no es precisamente escribir o desarrollar tu proyecto, eso es secundario una vez aquí, aunque con tanto estímulo es imposible no crear y crear como locos, sino ponerte frente a frente con ideas nuevas, con caras nuevas, perderle el miedo a los demás a acercarte y escuchar, a tocar.

Me acordé que una de las primeras conversaciones que sostuve con algunos poetas aquí y con mi ahora gran amiga Erica (la escultora holandesa) que fue sobre si tuviéramos que perder algún sentido ( un planteamiento absurdo pero que nos entretuvo una hora por lo menos. Fuimos analizando cada uno de los sentidos, con muchas bromas y con algunas historias pero sobre todo con ideas muy interesantes. Yo que soy una bruta y siempre  digo cosas de manera impulsiva solo para retractarme después dije que yo podría vivir sin el tacto y al poco tiempo me hicieron ver que mi elección era bastante insensata.

El olfato, fue la elección final, unánime.

No sólo de escribir vive el escritor, no solo de la palabra nos nutrimos, sin la música, sin crear objetos que perduren, aunque después sean "transformados o intervenidos por otros, sin ver películas o paisajes, sin probar muchos sabores distintos, sin la amistad, seríamos sólo máquinas hilando palabras.




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